En la zanja a la
orilla del camino a Remil un hombre dado por muerto despereza su cuerpo entumido, la vista desorientada, una
jaqueca peor que cualquier borrachera de vino barato, intento ponerse en pie
aquel viajero, su cuerpo se tambaleo sentado, mareado y adolorido una de las
múltiples manos que su ojo distinguía logro posarse en su cabeza, el dolor se
agudizo casi de inmediato, ya más consiente o menos aturdido como ustedes
prefieran el hombre siente un caliente sudor correr por su rostro y su mano, el
golpe aun latente a pocos apures aún seguía brotando, su memoria volvía de
aratos y fue cuando en su mente recordó la película de lo que había pasado, “aquel
compañero de viaje un antiguo amigo llevado por la necesidad o quizás la
avaricia contra el atentando” una y otra
vez el recuerdo se repitió en su mente él quería cerciorarse que su mente no
divagaba, que dando claro de la afrenta de su
compañero de viaje reviso lo poco que le dejo su atacante, unos cuantos
harapos y una rama sangrienta, presuroso busco entre sus desgastadas botas y
sonrió.
-dos monedas de cobre para cubrir tus ojos y una de plata
para el barquero, no necesitas más mi amigo- el viajero respira profundo
mientras se pone de pie y levanta la cabeza, olor a sangre en el ambiente,
humedad y bosque, un poco de hierba mojada y por ultimo un olor que se aleja,
un olor empapado de miedo y traición.- te encontré, ahora es mi turno de
golpear…
Michael Duncan H. 08/04/2015
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